Pronto se
levantó aquel día Susana, y una vez levantada, fue a cambiar el agua al
canario, que había dejado de cantar. Éste la miró con sus ojillos negros,
sutiles como dos azabaches, y pió tristemente. A Susana se le encogió el
corazón.
Tomó deprisa
el desayuno, pues debía encaminarse a su trabajo que estaba a una hora o así de
su casa; pero antes decidió despedirse de su pajarillo, al que había querido
desde que se lo regaló uno de sus amantes. Se acercó entonces a los barrotes, y
vio con pena que el cuerpo sin vida del animal yacía en el fondo de su jaula.
No hay comentarios:
Publicar un comentario